Darwin Pérez respira profundamente con los ojos cerrados al ritmo que va dictando la instructora. A un lado ha dejado la prótesis y por un momento olvida que le falta una pierna. Hace un año y medio pisó una mina antipersona y acude al yoga como una terapia alternativa que las Fuerzas Armadas de Colombia prueban con sus militares heridos en guerra.
"Al principio tuve mucho dolor. Con el yoga uno aprende a relajarse, a no pensar en lo que le pasó", explica este militar de 27 años de edad que junto a sus compañeros, la mayoría amputados de las piernas, personas ciegos y otros sin miembros superiores, acuden una vez por semana a una terapia de yoga en Bogotá.
Algunos familiares les acompañan en la sesión. Todos escuchan al maestro que les repite: "Tenemos que hacer un gran esfuerzo para que la discapacidad del cuerpo no discapacite el alma".
Colombia es, después de Afganistán, el país con mayor cantidad de minas antipersona, armamento que desde 1990 ha causado 2.030 muertes y 7.616 heridos y amputados, entre militares y civiles, según cifras del gobierno.
El Estado colombiano presta asistencia médica y económica a las víctimas civiles de las minas, que suelen encontrarse en zonas rurales.
Adriana Silva, la instructora, confía en los beneficios del yoga para el futuro de estos militares y desearía poder traer a más de ellos a su salón.
"Lo que nos ha aportado la experiencia con ellos ha sido tocar la realidad del sufrimiento y compartir con unos muchachos que ponen sus cuerpos en la guerra. Aprendemos que si hoy tenemos manos, quizás mañana no, pero tenemos amor", asegura.
Fuente: Agencia Internacional de Noticias AFP
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